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29 mar 2017


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18 oct 2016


¿Qué quiso decir el apóstol Juan con la oración “Dios es espíritu”? ¿Será su naturaleza física? En relación a lo humano, ¿cómo entender la expresión “adoren en espíritu y verdad”? ¿Cuál era el mensaje que Cristo le quería transmitir a la mujer samaritana? El propósito de este artículo, es tratar de responder estas preguntas, y estudiar la relación que existe entre “adoración”, “Espíritu” y “verdad”. Para ello, se analizará exegéticamente Juan 4:24, tomando como caso el diálogo de la mujer samaritana con el Señor Jesús.


POR LA GRACIA DE DIOS
D. A.  Deafield


Este libro es tu manual de instrucciones. Te guiará a medida que te diriges hacia los caminos superiores de la vida. Encontrarás aquí instrucciones en cuanto a cómo caminar con seguridad y abnegación, rodeado de otras personas.



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La relación del santuario con la salvación

Pr. Oscar S. Mendoza
Distrito Misionero "Lurín"
www.prmendoza.com


Introducción

Uno de los temas más complejos de la Escritura, es la salvación. La cristiandad está dividida en la comprensión de esta verdad. ¿La salvación se limita solo a la cruz, como lo entienden los evangélicos? ¿El ser humano se salva solo observando los sacramentos —bajo la intercesión de los difuntos— como sostienen los católicos? ¿Qué dice la Escritura al respecto?

1. La salvación: una serie de acciones divinas

a. La Escritura revela un conjunto de acciones que Dios realiza para salvar al ser humano. La salvación no se limita a una acción, sino a un conjunto de acciones, planteadas y planificadas por la Trinidad en un inicio.
b. Este conjunto de acciones, básicamente, incluyen: justificación, santificación y glorificación. Sin embargo, es recomendable entenderlas desde la perspectiva del santuario y del conflicto cósmico.
c. Veamos cada una de ellas:

Justificación por la fe. Desde que el ser humano pecó, quedó destituido de la gloria de Dios (Rom 3:10-18). Sin embargo, Dios llama al pecador para perdonarlo (Hch 2:38), imputarle la justicia de Cristo (Rom 5:6-11; Ef 2:13) y, luego, declararlo “justo” (Ro 5:17; 19-20; Zac 3:1-5; Luc 19:10-14). Para ser declarado justo, se le tuvo que haber purificado de sus pecados, y esto es gracias a la sangre de Cristo en la cruz (Ro 5:19-20). Para ser justificado, se necesita tener fe (Ro 1:16-17). Al ser declarado justo, el nuevo creyente recibe el Espíritu Santo (Hch 2:38).

Santificación. Al recién justificado, le toca vivir como justo. Como a todo creyente, se le invita a tener buenas obras (Ef 2:10); y no seguir bajo el dominio del pecado (Ro 6:1-4). La salvación influye positivamente en el estilo de vida del creyente, porque ahora es “nueva criatura” (2 Cor 5:17). A través de su lealtad y obediencia a la ley, revelará su amor al Creador (Jn 14:15). Esto no quiere decir que jamás pecará; pero, sí se sabe que, al momento de caer, Dios estará dispuesto a perdonarlo desde el santuario celestial (Heb 4:16; 1 Jn 2:1). Dicho de otro modo, la santificación es el nuevo estilo de vida del recién justificado, en el cual es desculturizado por su lectura diaria de la Biblia; pero, bajo la conducción del Espíritu Santo.

Glorificación. Se podría decir que es la última etapa de la salvación. Esta se revelará cuando Cristo retorne por segunda vez, nos transforme (1 Tes 4:13-18), y nos haga morar con Él por la eternidad. Aquellos que serán glorificados (1 P 5:14), serán los que hayan permanecido con la justicia de Cristo.

d. Como es notorio, la salvación no depende exclusivamente del pre-determinismo divino (en algún tiempo atrás), tampoco de lo logrado solo en la cruz. Un cristiano puede perder la salvación (Heb 6:4).
e. El hijo de Dios es llamado a experimentar la salvación, por medio de una comunión diaria con Cristo. Al recibir la influencia del Espíritu Santo, cada uno se prepara para la segunda venida.

2. La salvación desde la perspectiva del santuario

a. Por medio del santuario terrenal, Dios enseñaba la salvación a los judíos en el Antiguo Testamento. Para los cristianos del primer siglo, el santuario celestial era aquella escuela.
b. Cada creyente, si desea conocer la salvación, necesita saber los elementos básicos del santuario. De lo contrario, tendrá un pensamiento parcial de Cristo y sus acciones redentoras.
c. Las etapas que hemos estudiado, que son la Justificación, Santificación y Glorificación, deben entenderse a través de los ritos y elementos del santuario terrenal.
d. Por ejemplo, el hebreo era justificado diariamente, porque acudía al santuario terrenal con una ofrenda. Esta se convertía en su substituto al momento del degollamiento (Lev 4:15).
e. Al degollar la ofrenda e imponerle las manos sobre su cabeza (Lev 4:24), los pecados de aquel hebreo se transferían a la sangre de la ofrenda, y así la sangre quedaba contaminada.
f. Después del sacrificio, el sacerdote ingresaba con la sangre contaminada al santuario, la vertía siete veces en el velo e intercedía por el pecador (Lev 4:6, 17).
g. Así, el pecado quedaba en el santuario (por medio de la sangre contaminada), y el creyente retornaba a su casa “justificado”.
h. Ahora, ¿el recién justificado regresaba a casa a seguir pecando? De ninguna manera. Recordemos que los diez mandamientos estaban guardados en el arca del pacto (Deut 10:2). La ley no solo era la base para toda clase de juicio, sino que era el elemento recordatorio para cada recién justificado. Aquella ley debía ser cumplida por amor al Creador y al prójimo.
i. Por supuesto, si el creyente hebreo se equivocaba, el sacerdote intercedía por él en el lugar santo. Esto sucedía diariamente.
j. Finalmente, los judíos participaban del día de expiación, que prefiguraba la expiación cósmica (Lev 16), iniciada en 1844 DC. Este día, también, prefiguraba la glorificación que experimentaremos en el futuro.[1]
k. Con esto, vemos que los judíos entendían la “justificación” en los actos de “sacrificio” de la ofrenda, la transferencia del pecado al santuario y la declaración (de justicia) de Dios. Todo era por fe.
l. La santificación se entendía mejor dentro del santuario, por medio de la intercesión del sacerdote y la observancia de los diez mandamientos. De hecho, sin dejar de lado la labor del Espíritu Santo, representado por el candelabro.
m. Por supuesto, la glorificación se comprendía en el lugar santísimo, con el cual, cuando se realizaba el Día de expiación, a los judíos se les venía en mente la “Nueva creación de Dios”.

3. Cristo en su santuario[2]

a. El altar de sacrificio, en el AT, representó a la cruz donde murió Jesucristo.
b. El lugar santo simbolizó al santo del santuario celestial, donde Cristo ministró desde el año 31 hasta 1844 DC. Su función, básicamente, fue de intercesión.
c. En el lugar santísimo, desde 1844 DC, Jesús opera el juicio investigador y salva al creyente hoy.
d. En la actualidad, cuando el creyente peca, debe acudir al sumo sacerdote Jesucristo, para que Él interceda. Luego, Dios lo perdona y lo declara “justo”, como si nunca hubiese pecado.
e. Al ser justificado, es llamado a perseverar, guardar los diez mandamientos y tener fe en la voz profética (Ap 12:17; 14:12), mostrando así el nuevo estilo de vida en Cristo, como resultado de la obra del Espíritu Santo.
f. Cuando Jesucristo deje el lugar santísimo, vendrá a la tierra y glorificará a todo aquel que haya permanecido con su justicia.

Conclusión

a. Si queremos conocer a Cristo, debemos conocer el Santuario.
b. La salvación solo se entiende desde la perspectiva del santuario (terrenal y celestial).
La salvación incluye una serie de acciones, a saber, la “justificación”, la “santificación” y la “glorificación”; todo esto, a la luz de la doctrina del santuario.




[1]Ver Gerhard F. Hasel, “Divine Judgment”, en Handbook of Seventh-day Adven-tist Theology, ed. Raoul Dederen (Hagerstown: Review and Herald, 2000), 815-856.
[2]Ver Oscar S. Mendoza, "El evangelio eterno en el mensaje del primer ángel en Apocalipsis 14:6", Estrategias 7/1 (2010): 113-120.

16 oct 2016

LOS DONES ESPIRITUALES

Pr. Oscar Mendoza Orbegoso
Asociación Peruana Central
www.prmendoza.com


Los dones espirituales son atributos que el Espíritu Santo otorga, por su gracia, al nuevo creyente en Cristo (Ro 12:8).[1] Estos se reciben en el momento del bautismo. Hechos 2:38 registra: “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Este don es necesario porque el cristiano requiere, cada día, la presencia y la obra del Espíritu Santo.
Una de las acciones del Espíritu Santo, es proveer dones espirituales y ayudarle al creyente a utilizarlos continuamente, con el propósito de “fortalecer la iglesia”. Efesios 4:11-13 registra: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
El creyente es llamado a utilizar sus dones responsablemente.[2] En primer lugar, él no está para exaltarse a sí mismo, sino para exaltar a Cristo y beneficiar a la iglesia. Como dice el Tratado de Teología Adventista, “Los dones no son para disfrutarlos personalmente o para la exaltación, sino para el bien del cuerpo”.[3] En segundo lugar, cada creyente usará sus dones siempre. Según la Biblia, dejar de hacerlo implica recibir el castigo divino en la segunda venida de Cristo (Mt 25:14-30). No usar nuestros dones implica negar servir a nuestro Dios, y revela el desamor por el prójimo. Por esta razón, es relevante usarlos porque así aguardamos el retorno del Señor Jesucristo y llegamos a ser aprobados por Dios.[4]
Dios otorga dones a cada persona de acuerdo a su voluntad, lo que implica que no toda persona tiene los mismos dones. 1 Corintios 12:11 registra: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere”. Una idea semejante se encuentra, metafóricamente, en el siguiente pasaje: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso” (1 Cor 12:18). Entonces, Dios ha equipado a su iglesia con una diversidad de dones. El objetivo es involucrarnos a todos en general y así lograr la unidad.

¿Qué dones existen?

La Escritura provee algunas listas para identificar aquellos dones:

Romanos 12
1 Corintios 12
1 Corintios 14
Efesios 4
Profecía
Fe
Profecía
Apóstoles
Servicio
Sanidad
Lenguas
Profetas
Enseñanza
Sabiduría

Evangelistas
Exhortación
Milagros

Pastores
Dadivosidad
Profecía

Maestros
Liderazgo
Discernimiento de espíritus

Misericordia
Don de lenguas

Interpretación
Maestros
Apóstoles
Servicio
Administración

Dios compara los dones espirituales con un cuerpo, con el objetivo de mostrar que la iglesia debe trabajar integralmente. Esto implica que todos los dones, sin excepción, son indispensables para el fortalecimiento y el cumplimiento de la misión. Ningún don es superior al otro. Sin embargo, es importante recalcar que cada “don depende de otro don” para cumplir una determinada tarea. Por ejemplo, ¿El que tiene el don de liderazgo, puede cumplir el objetivo de Solidaridad, si no involucra a los que tienen los dones de misericordia, dadivosidad y servicio? En una campaña de evangelismo ¿Un evangelista necesitará trabajar con los maestros, pastores y administradores? Todos nos necesitamos. Que nadie piense que su don es menor. No existe “don menor” o “don mayor”. Creencias de los adventistas, 239, indica: “Por cuanto el Espíritu distribuye conforme a lo que le parece, ningún don debe ser despreciado o pasado por alto. Ningún miembro de la iglesia tiene el derecho de ser arrogante por habérsele encargado alguna función específica, ni nadie debiera sentirse inferior porque se le ha asignado una posición humilde”.
Otro punto resaltante es que todo cristiano debe “desear los mejores dones” (1 Co 12:31). No es que hay jerarquías de dones, sino que cada uno de nosotros debe procurar tener más dones para servir mejor a Dios. “Mientras más dones se conceden a un creyente, mayor es su influencia espiritual, y más profunda debe ser su dependencia de Dios”.[5]

¿Cómo reconocer nuestros dones?

Cada creyente no ha sido llamado para elegir sus dones, sino solo para descubrirlos y usarlos. Para ello, se sugiere lo siguiente:[6]

1. Explore las posibilidades.
2. Experimente con todos cuantos le sea posible.
3. Examine sus sentimientos.
4. Evalúe su eficiencia.
5. Espere confirmación por parte del cuerpo.

Con seguridad, la mejor manera de descubrir nuestros dones es trabajando por Cristo continuamente. Mientras más servimos a Dios en los diferentes Departamentos y Ministerios de la iglesia, el Espíritu Santo nos capacitará para reconocer nuestro papel en el cuerpo de Cristo. Nuestro Redentor anhela que le sirvamos en gratitud por sus actos salvíficos en nuestras vidas. Estamos seguros que, cuando Él retorne, heredaremos la tierra nueva.
Finalmente, es recomendable desarrollar un test para saber cuáles son nuestros posibles dones espirituales. Sugerimos el siguiente:[7]

1. Me siento muy a gusto dirigiendo actividades donde participen otras personas.
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2. Dios me ha llamado a ocupar un puesto de liderazgo que demanda mucha responsabilidad entre el pueblo de Dios.
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3. Puedo discernir las intenciones de la mayoría de personas.
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4. Me resulta fácil de invitar a alguien a entregarse a Jesús.
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5. Cuando alguien está sufriendo, puedo decirle algo que sea de verdadero consuelo.
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6. Aun cuando no puedo percibir la voluntad divina con claridad, continúo hacia delante por fe.
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7. En un llamado a contribuir para una noble causa, estoy entre los primeros en cooperar.
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8. Prefiero trabajar “tras bastidores” en reuniones sociales.
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9. Me gusta ayudar invitando a otros a comer en mi casa.
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10. La mayor parte de mi “tiempo de oración” lo dedico a presentar las necesidades de otros.
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11. La salvación solamente por fe es una verdad que entiendo claramente.
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12. Cuando tengo que enfrentar un problema complicado puedo identificar los factores claves para encontrar la solución.
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13. Siento que hubiera valido la pena haber sido uno de los cinco misioneros asesinados al tratar de llevar el evangelio a los indios de Auca.
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14. Ayudar a seres considerados parias de la sociedad, como los alcohólicos y los adictos, me traería/trae profunda satisfacción.
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15. Vivir en condiciones de vida rudimentarias no me preocuparía, siempre y cuando tuviese la oportunidad de presentar el evangelio.
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16. Me entusiasma visitar con regularidad a los miembros de la iglesia a sus hogares.
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17. Las personas que están atravesando una dificultad encuentran aliento en mis palabras.
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18. No me siento cohibido al dar estudios bíblicos.
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19. Si alguien está enojado, yo puedo deducir cuál es el problema y cuál debe ser la solución.
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20. Cuando yo estoy encargado de algo, reina el espíritu de unidad y entusiasmo.
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21. Cuando se tratan temas doctrinales, generalmente solicitan mi ayuda.
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22. Puedo decir si una persona está mayormente influenciada por el Señor o por Satanás.
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23. Con regularidad, he tenido la oportunidad de guiar a otras almas a Jesús.
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24. A menudo se me pide que ayude a encontrar una solución para quienes se encuentran en problemas.
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25. Tengo plena confianza que el Señor encontrará la salida de cualquier problema que yo deba enfrentar.
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26. Reduzco el número de mis compras cuando se hacen llamadas para ayudar a otros.
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27. Cuando se solicita mi ayuda, aun si estoy ocupado, trato de encontrar el tiempo para colaborar.
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28. Siempre trato de saludar a las personas que no conozco, y cuando es apropiado, les extiendo una visitación a mi casa.
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29. Siempre recuerdo a los que tienen alguna necesidad y las presento al Señor en oración.
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30. Con la ayuda de materiales de estudio adecuados, puedo aprender lo que la Palabra de Dios enseña sobre muchos temas.
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31. Resuelvo los problemas de relaciones o “personas” de tal forma que todas las partes afectadas quedan satisfechas.
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32. La idea de morir por defender mi fe no me causa temor.
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33. Soy muy sensible a la necesidad de quienes tienen impedimentos físicos y me trae alegría hablarles y ofrecerles mi ayuda.
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34. Podría soportar separarme de mis seres queridos si la razón es llevar el evangelio a tierras lejanas.
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35. Me produce/produciría gran satisfacción ocupar el mismo pulpito cada semana del año.
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36. Con frecuencia la gente me dice: “Dios te usó. Tocaste en el punto que realmente necesitaba”.
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37. Puedo preparar un bosquejo con buena lógica para presentar una clase bíblica.
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38. Sé cuándo se debe adoptar unas actitudes intransigentes y cuándo se debe elegir un compromiso entre las posiciones alternas.
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39. No me preocupa aceptar la soledad que atrae consigo al liderazgo.
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40. Normalmente solicitan mi opinión en el proceso de elección de los líderes.
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41. Si alguien se me acerca solicitando  ayuda económica, podría reconocer si es una necesidad genuina o un engaño.
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42. Las personas, bajo convicción propia, me buscan para preguntarme cómo deben de rendir sus vidas a Jesús.
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43. La gente necesitada de un buen consejo se dirigen a mí.
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44. Las promesas divinas tienen para mí un valor patente y confío en ellas aun cuando el cumplimiento de las mismas parezcan imposible.
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45. Si sumara mis contribuciones personales y ofrendas para la iglesia, posiblemente representarían una quinta parte de mis ingresos o más.
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46. Si un líder de la iglesia o de la comunidad solicitara mi ayuda con una tarea doméstica, por ejemplo barrer una acera, me encantaría hacerlo.
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47. Hay frecuentemente un buen número de personas en nuestro hogar  para almorzar después del culto de la iglesia.
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48. Tengo una lista larga, que continúa expandiéndose, de personas que recuerdo en mis oraciones.
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49. No me causa ansiedad contestar las preguntas bíblicas de cualquier persona.
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50. Estoy capacitado para desarrollar programas progresivos y superlativos hasta lograr su objetivo final.
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51. Si una corte civil me sentenciara a muerte por predicar el evangelio, estaría gozoso de morir por el Señor.
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52. Estaría muy dispuesto a ayudar a un borracho vestido burdamente a cruzar una intersección muy transitada.
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53. Me adaptaría felizmente a la cultura de otro país si fuere llamado a ministrar en ese lugar.
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54. Me considero un “pastor” en mi iglesia con una dedicación absoluta al bienestar de todas las “ovejas”.
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55. Dios me usa para animar el espíritu del desalentado.
1
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56. Cuando tengo un problema, las enseñanzas bíblicas, están presentes en mi mente de inmediato.
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5
57. Puedo predecir con una exactitud singular los resultados a largo plazo que conllevan las decisiones.
1
2
3
4
5

* Coloque la puntuación (del 1 al 5) de cada afirmación en las tres primeras columnas, y luego, haga la sumatoria respectiva en la columna “Total”.


Puntuación 1
Puntuación 2
Puntuación 3
Total
Don
1
20
39

Administración
2
21
40

Apostolado
3
22
41

Discernimiento
4
23
42

Evangelismo
5
24
43

Exhortación
6
25
44

Fe
7
26
45

Generosidad
8
27
46

Asistencia
9
28
47

Hospitalidad
10
29
48

Intercesión
11
30
49

Conocimiento
12
31
50

Liderazgo
13
32
51

Servicio
14
33
52

Misericordia
15
34
53

Misionero
16
35
54

Pastor
17
36
55

Profecía
18
37
56

Enseñanza
19
38
57

Sabiduría

Nombre: _____________________________________________________________




[1]A pesar que varios diferencian a los “talentos” de los “dones”, en este tema consideraremos que los dones “representan los talentos especiales que imparte el Espíritu”. Creencias de los adventistas del séptimo día (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 238.
[2]Miguel Ángel Salomón, con respecto a la responsabilidad que debemos tener en el uso de los dones,  declara: “Debemos comprender que: (1) quien haga un buen uso de los talentos, tendrá mayor capacidad para enfrentar nuevos y mayores desafíos en su tarea, (2) la recompensa está directamente relacionada con el uso de los talentos y (3) el castigo que es la privación de los deleites de la eternidad”. “Los dones espirituales y los ministerios: herramientas efectivas para cumplir la misión hoy”, en Teologia e Metodologia da Missão, ed. Elías Brasil de Sousa (Cachoeira, BA: Centro de Pesquisa em Literatura Bíblica, 2011), 498-499.
[3]“Dones espirituales”, en Tratado de Teología adventista del séptimo día, ed. Raoul Dederen (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2011), 686.
[4]George Knight, Mateo, en La Biblia amplificada, trad. Tulio N. Peverini y Miguel Valdivia (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998), 245, 246.
[5]Creencias de los adventistas, 241
[6]Peter Wagner, Su iglesia puede crecer: siete características de una iglesia viva, trad. Xavier Vila (Barcelona: Clie, 1980), 91.
[7]Sinceramente, desconozco quien fue el autor de este test. Lo encontré entre mis archivos personales.